Por Guillermo Cifuentes
“La población general no sabe lo que está ocurriendo, y ni siquiera sabe que no lo sabe”, Noam Chomsky
En los últimos días han vuelto a aparecer indicios de que el sistema de partidos y los partidos están siendo observados y, por supuesto, cuestionados. Llama la atención que, como siempre, los partidos expuestos a examen sean los que no están en el gobierno. Pero esta es una vieja costumbre que se mantiene a pesar del magnicidio.
El sistema de partidos dominicano ha sufrido importantes cambios especialmente en lo que tiene que ver con la forma en que los partidos se relacionan entre ellos. Aunque si se observa bien puede verse que en las ‘nuevas’ alianzas electorales, lo viejo quiere aparecer con una manito de botox.
Los recursos para tales afanes examinadores van desde nostalgiar con partidos ideológicos, hasta querer imaginar un potente centro político entendido como sinónimo de “ahí es donde se ubican los buenos”. Respecto de los “partidos ideológicos” no cabe duda de que es ése el aspecto en donde el sistema tiene menos cambios que exhibir puesto que las distancias ideológicas entre los partidos siguen prácticamente sin existir y la propuesta de instalar en el centro “todo lo que a mí me gusta”, demuestra que no hay nada mejor para inventar “unidades”: basta con tratar de convencer a los incautos de que toditos son iguales (especialmente si son de “centro”), menos los que no quieren concurrir que son siempre ambiciosos, puristas y torpes. Resumo en la insistencia suicida de no querer cambiar el “switch”.
Georges Lakoff, sociolingüista profesor de la Universidad de Berkeley y autor del muy citado libro “No pienses en un elefante”, ha planteado desde hace años que los progresistas han caído en innúmeras trampas entre las que hoy quiero destacar precisamente lo que el autor denomina la trampa del centrista (habrá que sacar tiempo para discutir acerca de la trampa del racionalismo y de la trampa reactiva):
“El centro ideológico o político no existe”, afirma Lakoff, pues en política “es imposible que la mayoría de los asuntos puedan colocarse en una escala lineal y los moderados estén siempre en el punto medio de las escalas. Primero, porque muchos de ellos son asuntos de «sí o no»: no hay escala”.
Pero el hecho de que para Lakoff el centro no exista no significa que no se deba reconocer la existencia de los que él llama “biconceptuales”. Es decir, gente que frente a algunas cosas son conservadoras y frente a otras son progresistas.
La trampa, según Lakoff, es la tentación de inclinarse hacia el “centro” puesto que cuando alguien se inclina a la derecha lo que hace es reforzar las ideas y valores de la derecha. Radomiro Tomic, mucha antes que Lakoff, nos dejó la sentencia tantas veces comprobada: “Cuando se gana con la derecha, es la derecha la que gana”. Así, imaginar un centro político dominicano resulta “macondiano”. Decir que el Partido Reformista Social Cristiano es un partido de centro es definitivamente o una operación propagandística o el intento de resucitar el “borrón y cuenta nueva” en tiempos de twitter.
Repaso el libro de Rafael Chaljub “Cuesta arriba” y lo que allí se describe es propio de gobiernos de partidos de derecha. Son los partidos de derecha los que también acostumbran a ponerle bombas a los carros de los periodistas, los que se dedican a asesinar opositores o a despacharse inolvidables fraudes electorales que todavía justifican reseñas hagiográficas no partidistas. Evitar ‘ser piedra en el zapato’ en momentos políticos decisivos para apoyar golpes demoledores a la democracia, demuestra que el centro no existe, eso es propio de oportunistas de derecha.
El otro partido que quieren instalar en el centro es el PRM y en realidad está entre los que confirman, sin desearlo, la reflexión de Lakoff. Un partido que propone a un candidato que elige como asesor a Rudolph Giuliani demuestra que ¡el centro no existe!, como también lo demuestra cuando en plena campaña presidencial ese candidato se decanta por la defensa de intereses familiares y corporativos. Esas posiciones lo ponen en el “team” de Martinelli, prófugo en Miami, o de Piñera y sus negociaciones incompatibles, o de Macri y los paraísos fiscales.
Ninguno de ellos sospechosos de no ser de derecha. Tampoco es una propuesta “de centro” cambiar la propiedad de Punta Catalina y no cambiar el combustible para generar electricidad. Si hubiera dudas es suficiente analizar la distancia entre lo que propone Max Puig y lo que propone la derecha política por boca del ex-candidato del partido de derecha, para quienes el problema es la propiedad de las instalaciones. Hayek les recordaría que ese tipo de medidas para ser tomadas incluso se deben hacer a costa de suspender la democracia.
El progresismo cree equivocadamente que inclinándose a la derecha va a conseguir más votos. En realidad lo que consiguen es renunciar a sus propios valores y reforzar los de derecha. Los conservadores, en tanto, nunca consiguen la victoria acercándose al progresismo y sus valores, ellos vencen impulsando su propia visión.
De eso, por estos lados, hay suficiente evidencia cincuenta y cinco años después.